Hace 15 años, un duelo entre dos toros se convirtió en una histórica transmisión que paralizó a Costa Rica
Pese a que las entradas costaban ₡40 mil por persona, el redondel estuvo a reventar y muchísima gente se quedó sin entrar.
La noche del 4 de enero de 2009, Costa Rica se paralizó para ver un duelo que quedaría marcado en la historia de las fiestas taurinas: el Malacrianza contra el Chirriche. Dos de los toros más temidos y famosos del momento se encontraron en un espectáculo que, al mejor estilo de una velada boxística, reunió a todo un país frente al televisor.
El enfrentamiento —el de Plaza Garza de Nicoya contra el de Hacienda El Bosque de Santa Cruz— disparó los índices de audiencia a niveles nunca antes vistos en este tipo de actividades. 15 años después, sigue siendo uno de los momentos de mayor rating de la televisión nacional (vea el video adjunto de De Boca en Boca).
“Era imposible conseguir una entrada”
El narrador taurino Roberto Hidalgo recuerda que, antes de que cayera la noche, la plaza estaba repleta.
“Fue un llenazo espectacular. Afuera, la gente que no consiguió entrada me pedía por favor que los ayudara. Era imposible, todo estaba vendido”, rememora.
Hidalgo relata que el duelo tuvo hasta su dosis de polémica: el dueño del Malacrianza quería que el montador Douglas Peña usara las espuelas de la ganadería, no las suyas. Al final, Peña aceptó y regaló una jugada “espectacular” sobre un toro peligroso que movía la cabeza buscando con los cuernos.
“La expectativa que levantaron esas dos montas nunca se ha repetido”, afirma Hidalgo.
El efecto Malacrianza–Chirriche
Para Michael Blake, involucrado en la organización de aquella jornada, el recuerdo es igual de vívido.
“El precio de las entradas nunca lo había visto tan caro: ₡35 o ₡40 mil. El redondel estaba a reventar. La emoción en el momento de la jugada fue inigualable”, cuenta.
Blake señala que el Malacrianza ya cargaba fama por haber lesionado gravemente a tres montadores. Esa reputación y el reto con el Chirriche crearon un ambiente único.
“Fue un fenómeno. Incluso vinieron expertos de otro país a revisar si los datos estaban mal tomados… y no, estaban correctos”, asegura.
Durante semanas, el tema fue conversación de sobremesa en hogares, cafés y plazas.
“Era como si hoy la gente hablara de Saprissa y La Liga. Hasta mi abuela, que no sabía nada de toros, opinaba”, recuerda Blake entre risas.
Entre tradición y adrenalina
En la memoria de los asistentes, no solo quedó el duelo, sino también la esencia de las fiestas taurinas de antaño. Un vecino lo describe así: “Era un redondel de tablas, con animadores como don Olegario Mena o doña Carmen Granados. Uno veía desde la barrera y sentía la adrenalina de los toros, algo que no se compara con nada”.
15 años después, el Malacrianza y el Chirriche siguen siendo leyenda. Y en el imaginario colectivo, diciembre en Costa Rica sigue teniendo tres ingredientes: tamales, familia… y toros.