Viaje con el paladar: descubra la auténtica comida mexicana
Entre tacos, salsas, tradiciones y largas filas que valen cada minuto, le contamos por qué comer en una verdadera taquería mexicana es una experiencia cultural que deleita los sentidos y conecta con la historia de todo un país.
Por Joaquín Alvarado Gutiérrez / @tio_quincho.
Si usted está pensando en viajar a México o sueña con una experiencia culinaria que despierte sus sentidos, permítame llevarlo, aunque sea por unos minutos, a ese país lleno de color, tradición y sabores que explotan en la boca. Porque en México, comer no es simplemente alimentarse, es un acto de celebración, de identidad, de herencia. Y si hay un ícono que representa esa experiencia como ningún otro, es el taco.
Para los costarricenses que viajan al país azteca, uno de los mayores placeres es probar esos auténticos tacos mexicanos, tan distintos a lo que solemos ver en franquicias o versiones internacionales. Hablamos de los que se sirven en la calle, en las fondas, en las taquerías tradicionales… lo que en Costa Rica sería el equivalente a nuestras queridas “sodas”, pero con esa sazón profundamente mexicana que conquista desde el primer bocado.
Uno de los lugares donde esa autenticidad se vive y se saborea a plenitud es la Taquería Orinoco, una joya culinaria nacida en Monterrey, Nuevo León, en el año 2015.
Fundada por Héctor y Jesús, fue concebida con una visión muy clara, convertirse en una taquería de culto, inspirada en el estilo taquero de la Ciudad de México. Su primer local, ubicado en la avenida Río Orinoco (de ahí su nombre), fue el punto de partida de una aventura gastronómica que rápidamente se expandió hasta llegar a la capital, donde abrió su primera sucursal en la colonia Roma en 2017. Hoy, Orinoco es sinónimo de tacos bien hechos, con calidad, alma y sabor.

Una vez dentro, el menú sorprende por su sencillez. No es extenso, pero no lo necesita. Con solo leer las opciones, usted sabrá que llegó al lugar correcto: tacos de pastor, chicharrón, bistec, arrachera, longaniza. Y si se anima a personalizarlos con ingredientes como cebolla morada, cilantro (o culantro, como decimos aquí), chile dulce, aguacate, queso y las icónicas salsas picantes mexicanas, el resultado es una explosión de sabor que despierta los recuerdos y las emociones.
En nuestro caso, optamos por un taco de chicharrón tostado, uno de pastor y uno de bistec. Cada uno más sabroso que el anterior. La textura, el equilibrio entre lo picante y lo suave, lo crujiente con lo jugoso… es difícil describirlo sin que se nos haga agua la boca.
Y como en todo buen festín, cerramos con un postre de buñuelo: una tortilla de harina frita, cubierta con leche quemada de Nuevo León, nuez quebrada y una bola de nieve de plátano (o helado de banano, como le decimos en Costa Rica). Un cierre celestial para una comida inolvidable.

Así que, si usted viaja a México, no se deje llevar únicamente por los restaurantes elegantes o los sitios turísticos. Busque los lugares donde come la gente local, donde hay que hacer fila y donde los sabores le cuentan historias. Porque ahí es donde está la verdadera esencia de un país.
Este viaje y experiencia culinaria fue realizada con el acompañamiento y la asesoría personalizada de Obelisko Mayorista de Viajes.