CNE advierte que falsas percepciones llevan a familias a regresar a zonas de desastre
La institución asegura que, aunque ya no haya signos visibles de la tragedia, existe una premisa: lo que ocurrió una vez, puede volver a pasar.
En Costa Rica, muchas familias vuelven a levantar sus hogares en terrenos donde ya ocurrió una tragedia. La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) advierte que, en muchos casos, hay una percepción peligrosa de que “no volverá a pasar”, aunque el riesgo permanece latente.
“Ya el deslizamiento no se ve y no va a volver a suceder: ese es un sentimiento muy humano, pero no adecuado en un territorio como el nuestro, donde las amenazas están a la orden del día. No solo puede volver a pasar, es que va a pasar”, explicó Lidier Esquivel, jefe de la Unidad de Investigación y Análisis del Riesgo de la CNE.
Con el paso de los años, la memoria del desastre se diluye y surge una idea errónea de estabilidad. La vegetación o cubre las cicatrices del terreno o el paso del tiempo asienta los escombros de una determinada tragedia y, poco a poco, las personas sienten que no hay peligro.
Esa combinación provoca que familias regresen a zonas de alto riesgo o que nuevas construcciones se levanten en áreas donde ya hubo una emergencia. Según Esquivel, esa práctica se extiende en varios puntos del país.
“Lo hemos visto en Osa, en San Carlos, en el Volcán Poás y el Volcán Turrialba. Muchas veces, la gente asegura que el volcán ya no va a hacer erupción y a los pocos años vuelve a hacerlo”, dijo.
“El riesgo nunca desapareció. En la parte superior de la montaña todavía hay remanentes que podrían desprenderse. Puede ser el próximo año o dentro de 100, pero el material está ahí”, advirtió Hernán Siles, ingeniero independiente que ha estudiado las emergencias en Orosi.
El 31 de agosto de 2002, la comunidad de Alto Loaiza, en Orosi, fue golpeada por un deslizamiento que dejó siete personas fallecidas y destruyó casas. Los informes técnicos de la época señalaron medidas claras: reubicación de familias, restricción de servicios básicos, uso forestal de los suelos y demolición de viviendas afectadas. Sin embargo, muchas de esas acciones nunca se ejecutaron.
“Desde el 2003 se sabía qué debía hacerse. Se recomendó declarar las viviendas inhabitables, inmovilizar terrenos y cambiar el uso de los suelos. Nada de eso se cumplió. Hoy vemos nuevamente casas en la misma zona de riesgo”, señaló Siles.
“Hay comunidades que deben pellizcarse, porque no pueden asumir que nada volverá a pasar. Todos vivimos en un territorio vulnerable y debemos estar organizados”, enfatizó Esquivel.