Auxilio, ¿qué está pasando con nuestra sociedad?
Le invitamos a leer este artículo de la sección de opinión #DeLaAALaZ.
MSc. Henry Álvarez / coach en desarrollo humano, liderazgo y familia.
Estamos viviendo tiempos difíciles, abundan las malas noticias, las tasas de divorcios suben, los homicidios que vemos son alarmantes, violencia en las calles, en los hogares, y qué decir con la deserción en las aulas por diferentes causas: jóvenes atrapados por las drogas y el alcoholismo, embarazos de adolescentes, la delincuencia crece.
Una sociedad con poca tolerancia al fracaso y a la frustración, donde el estrés y la ansiedad, la preocupación por el mañana y el resentimiento por un pasado no resuelto, ha llevado -en el peor de los casos- al suicidio como una salida de su dolor.
¿Qué está pasando con nuestra sociedad?
Hace más de dos mil años, en la carta que le escribió el apóstol Pablo a su hijo Timoteo se presentan una serie de explicaciones al respecto. Puede encontrarlo en 2 Timoteo, capítulo 3 (RVR 1960).
Empieza diciendo que, “habrá hombres amadores de sí mismos”. En nuestro lenguaje popular, diríamos que solo piensan en ellos mismos, son narcisistas, que solo piensan en sus deseos egoístas, viven solo para ellos y los otros no existen en su medio.
Luego sigue diciendo que habrá seres humanos “avaros, vanagloriosos, soberbios”. Es muy acertado como describe al hombre de hoy en día, es exactamente lo que estamos viviendo, esta es nuestra cruda realidad de la sociedad.
La lista continúa, ahora se enfoca en la conducta de los hijos, y dice: “desobedientes a los padres, ingratos”.
Aquella generación entre los cincuenta y los sesenta, que nos enseñaba el respeto y la obediencia a los padres y a los mayores, se ha perdido, ahora vemos una generación en la que el reconocimiento a la autoridad, la obediencia, el respeto y el valor de la gratitud se está perdiendo.
No solamente tenemos hijos desconectados con los padres, sino los padres también están desconectados de sus hijos, los vínculos afectivos entre padres e hijos se están perdiendo, sustituyéndolos por todo este mundo cibernético, convirtiéndose en su droga electrónica.
La lista sigue: “sin afecto natural”. Se están perdiendo los vínculos afectivos, sustituyéndolos por cosas materiales. Lo triste es saber que las cosas materiales no van a llenar nuestras necesidades emocionales y espirituales, sino que dejan vacíos grandes, que luego vamos intentando saciar. Y, engañosamente, empezamos a buscar esos vacíos en cosas destructivas como las drogas, el alcoholismo y el sexo desenfrenado.
La lista no termina, sino que sigue describiendo el malestar de esta sociedad, también menciona: “aborrecedores de lo bueno…traidores”.
Somos una generación hedonista, que solo busca el placer desenfrenado, sin límites, nos dicen que todo es relativo, una sociedad relativista, donde ya no hay absolutos, cada uno dice tener su verdad.
Los valores y los principios cristianos se están perdiendo, esta es unas de las mayores crisis que vive nuestra sociedad. El apóstol Pablo, muy acertadamente, nos da una de las causas de todo lo que está pasando en nuestra sociedad, cuando nos dice: “amadores de los deleites más que de Dios”.
Si queremos ver una sociedad diferente, debemos empezar por la familia, es allí, en el núcleo familiar donde aprendemos los valores, y son los padres, los primeros que deben de inculcar el respeto, la solidaridad, la obediencia, la lealtad, la fidelidad, la gratitud, el amor al prójimo y la honestidad.
Ningún sistema educativo, religioso, político, o programa social, puede hacer esta tarea. No va a tener el mismo impacto como lo tendría en la familia. Hay que empezar a incorporar hábitos, como los encuentros familiares para leer, conversar, orar, lo que llamábamos altar familiar, que, lamentablemente, se ha perdido.
Hay una urgencia de vida o muerte, de que los padres con firmeza y valor, tomen la rienda en la educación de sus hijos y formen a esos hombres y mujeres para que tengan carácter, que aprendan a poner límites, aprendan del coraje, la sabiduría y el discernimiento para hacer el bien y puedan tomar buenas decisiones, esas herramientas espirituales que sirven para enfrentarse a ese mundo que cada día va en decadencia, en todos los ámbitos.
Todavía hay esperanza, tomados de la mano de Dios, veremos una sociedad y un país sin violencia, sin discriminación social, que respete las diferencias políticas, religiosas, y donde prevalezca el amor, la solidaridad, el respeto y el servicio al que menos tiene.
Auxilio, nuestra sociedad gime por un cambio.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores corresponden únicamente a sus opiniones y no reflejan las de Teletica.com, su empresa matriz o afiliadas.