Calypso: el ritmo que cruzó el mar y encontró hogar en Limón
Nacida en las islas de Trinidad y Tobago, esta música contagiosa se esparció por el Caribe como una melodía imparable.
El calypso es más que un género musical: es una herencia viva, una expresión cultural cargada de historia, resistencia y alegría. Nacido en las islas de Trinidad y Tobago, este ritmo contagioso se esparció por el Caribe como una melodía imparable. Fue en 1870 cuando llegó a las costas de Costa Rica, específicamente al Caribe limonense, de la mano de inmigrantes provenientes de Jamaica, Barbados y Saint Kitts (ver nota completa en el video adjunto).
Estos pueblos, además de su trabajo, trajeron consigo su idioma, sus creencias y, por supuesto, su música. Desde entonces, el calypso empezó a escucharse en los patios, calles y celebraciones de Limón, convirtiéndose en parte esencial de la identidad afrocaribeña costarricense.
En el centro de Limón, un museo de antigüedades resguarda con orgullo los tesoros musicales más valiosos del calypso. En sus vitrinas se guardan grabaciones antiguas, fotografías, instrumentos y recuerdos que narran la historia de este ritmo que se niega a desaparecer.
Y en medio de esta historia sobresale un nombre que ya es leyenda: Walter “Gavitt” Ferguson, considerado el principal exponente del calypso costarricense. Nacido en Cahuita, Ferguson dedicó su vida a cantar la realidad de su pueblo con humor, crítica social y profundo amor por su tierra.
Autodidacta y compositor incansable, grababa sus canciones en casetes de forma casera. Hoy, sus letras son joyas musicales que documentan la vida en Limón con una mirada auténtica y poética. Su obra ha trascendido generaciones y ha cruzado fronteras, llevando el nombre de Costa Rica al mundo a través del calypso.
Su legado fue reconocido oficialmente el 22 de febrero de 2023, cuando la Asamblea Legislativa lo declaró Ciudadano de Honor. Un homenaje a quien, con guitarra en mano y alma caribeña, convirtió su música en memoria colectiva.
Aunque ya no esté físicamente, el canto de Walter Ferguson no muere. Vive en cada nota, en cada coro, en cada historia contada a ritmo de calypso. Porque en Limón, el calypso no es pasado: es presente, es identidad, es alma que canta.