Por Diana Vásquez 6 de octubre de 2025, 18:55 PM

Dos veces por semana, con paso lento pero firme, Doña Luz Ávila, de 92 años, toma el autobús que la lleva desde La Carpio hasta San Pedro. El recorrido no es corto, pero la ilusión siempre supera al cansancio: encontrarse con sus amigos y continuar la labor que emprendió hace más de tres décadas como voluntaria en la Asociación Gerontológica Costarricense (AGECO).

Han pasado 34 años desde que decidió dedicar parte de su vida al servicio de las personas adultas mayores. Esa constancia se refleja en cada detalle de su rutina: acomoda archivos, atiende llamadas y, sobre todo, comparte algo que no aparece en ningún manual, pero que es invaluable para quienes la rodean: cariño, escucha atenta y consejos sinceros.

Profesora de formación y eterna aprendiz de la vida, Doña Luz conserva intacta la pasión por el bordado, un arte que cultiva con paciencia y disciplina. Cada puntada es una lección de perseverancia y belleza que transmite a quienes se acercan a ella.

Su historia recuerda que la vocación no conoce de edades ni de calendarios. Con un corazón generoso y una vida marcada por el servicio, Doña Luz demuestra que envejecer es también acumular experiencias valiosas para ofrecer al mundo. Su ejemplo inspira, motiva y deja huella en cada persona que tiene la fortuna de cruzarse en su camino.

Puede repasar el reportaje completo en el video que aparece en la portada de este artículo.

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