El guardián sin uniforme que transformó su vida barriendo calles
Gerardo sirve cada día a Santa Gertrudis por gratitud a Dios, en compañía de un perro callejero y una voluntad que no conoce descanso.
En Santa Gertrudis de Grecia, entre rostros familiares, caminos conocidos y rutinas que parecen inalterables, destaca la figura de un hombre que, a sus 62 años, ha convertido el servicio en su forma de vida.
Gerardo, como todos lo conocen, no lleva uniforme ni cobra salario, pero su presencia es tan constante y valiosa como la de cualquier trabajador municipal. Cada mañana, sin que nadie se lo pida, se levanta temprano para limpiar los alrededores de la iglesia, cortar la maleza, barrer las aceras y asegurarse de que las áreas comunes del barrio luzcan impecables.
No lo hace por reconocimiento ni por costumbre. Lo hace por fe.
Siempre lo acompaña un pequeño perro callejero, al que rescató años atrás y convirtió en su compañero inseparable. Juntos recorren veredas y rincones del pueblo, como si compartieran una misma misión: cuidar, servir y permanecer.
Lo más admirable de Gerardo es que todo lo hace movido por una promesa. Según cuenta con humildad, hace muchos años enfrentó una dura batalla contra el alcohol y otros vicios. En uno de los momentos más oscuros de su vida, hizo un pacto con Dios: si lograba salir de aquel abismo, dedicaría sus días a servir a los demás. Desde entonces, ha cumplido su palabra sin fallar.
No busca aplausos, pero su ejemplo ha dejado una profunda huella en la comunidad. Su historia es un recordatorio vivo de que el cambio es posible y de que, a veces, los héroes caminan en silencio, con una escoba en la mano y gratitud en el corazón.
Gerardo es símbolo de fe, redención y amor auténtico por su gente. Y aunque no lo diga en voz alta, cada paso que da junto a su fiel compañero es una oración hecha acción. Una promesa cumplida… todos los días.
Repase su historia completa en el reportaje que aparece en el video que está en la portada de este artículo.