El legado cafetalero de don Cayito y su familia en Santa María de Dota
Hoy, el café de don Ricardo Calderón es exportado a mercados exigentes como Japón, Australia, China y Estados Unidos.
Enclavado entre las verdes montañas de Santa María de Dota, en el corazón de la zona cafetalera más reconocida de Costa Rica, se cultiva un café que ha conquistado paladares alrededor del mundo. Aquí, donde la neblina se entrelaza con los cafetales al amanecer, se encuentra la finca de Ricardo Calderón, conocido cariñosamente como “Cayito”, un nombre que no solo honra a su padre, sino que también se ha convertido en sinónimo de excelencia cafetalera.
La historia de don Ricardo es una de arraigo y perseverancia. Desde pequeño acompañaba a su papá entre las hortalizas y los arbustos de café que sembraban en la zona. Con apenas 300 plantas comenzó su propio camino, sin imaginar que años más tarde su nombre resonaría en el podio de los mejores cafés del país (ver nota completa en el video adjunto).
En 2010, con una visión clara y un amor profundo por la tierra, decidió apostar por la expansión. El esfuerzo rindió frutos rápidamente: en 2011 su café ganó el primer lugar en la competencia nacional Taza de Excelencia, un prestigioso certamen que premia la calidad del grano. El triunfo no fue casualidad. En 2018, volvió a repetir la hazaña, consolidando su finca como un referente de calidad.
Este reconocimiento no se quedó dentro de las fronteras costarricenses. Hoy, el café de don Ricardo es exportado a mercados exigentes como Japón, Australia, China y Estados Unidos. Detrás de este éxito hay más que una excelente taza de café: hay una familia entera comprometida con la calidad, la tradición y la innovación.
Una de las piezas clave en este engranaje familiar es Fernanda Calderón, hija de Ricardo y experta en catación, el arte de evaluar sensorialmente el café. Fue ella quien nos guio en una detallada sesión, enseñándonos a identificar las características del grano a través de la vista, el olfato y el gusto. La experiencia, más que una lección, fue una invitación a apreciar la complejidad y la dedicación detrás de cada taza.
El recorrido culminó con un momento verdaderamente especial: la degustación del café que ganó la Taza de Excelencia el año anterior. Lo hicimos rodeados de los paisajes majestuosos de Santa María de Dota, un escenario que parecía hecho a medida para comprender lo que significa el verdadero café de altura.
En la finca de los Calderón, cada grano cuenta una historia de esfuerzo, herencia y amor por la tierra. Y al probar su café, uno no solo saborea un producto de calidad superior, sino que también se conecta con una tradición viva, que sigue creciendo entre montañas, niebla y manos familiares.