Por Diana Vásquez 1 de octubre de 2025, 18:55 PM

A media tarde, la casa de Yuliana Mesén se transforma en un taller lleno de aromas y sueños. El olor de los postres recién horneados se mezcla con el sonido de las páginas de apuntes y las risas compartidas con su madre. Allí, entre batidoras y cuadernos, madre e hija levantan con disciplina y cariño el negocio que sostiene su presente y su futuro.

Lo que inició como una idea sencilla, fruto del espíritu generoso de Mesén, se convirtió en un emprendimiento que crece paso a paso. Aunque las jornadas son largas y extenuantes, rendirse nunca ha sido parte de su vocabulario.

Su madre es el pilar de la historia. No solo asume el reto de apoyar con los gastos universitarios, también trabaja codo a codo con ella, literalmente metiendo las manos en la masa para que el negocio prospere y gane clientes fieles.

Estudiante de enfermería, Yuliana reparte su tiempo entre la universidad, los pedidos de repostería y largas horas de estudio. Sus calificaciones son prueba de su constancia: rara vez bajan de 98. Tras entregar postres, se coloca la bata blanca y corre a clases, demostrando que la perseverancia también se puede vestir de dulzura.

Las vidas de Yuliana Mesén y su mamá confirman que los sueños no se esperan: se trabajan, se hornean y se construyen cada día con esfuerzo, dedicación y amor.

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