Por Rubén McAdam |1 de agosto de 2025, 18:55 PM

Su nombre es María Paula y su historia, para muchos, es un verdadero milagro. Vive en Juanilama, un pequeño pueblo del cantón de Esparza, en Puntarenas. Hace menos de dos años, la tragedia llegó sin aviso.

Jugaba con sus hermanitos en el jardín de su casa cuando su cuello quedó atrapado en una cuerda que sostenía una hamaca. En segundos, lo que era una tarde cualquiera se convirtió en una escena aterradora. Sus hermanos corrieron por ayuda, gritando por su madre. María Paula no respondía. Estaba inconsciente, sin signos vitales. La ambulancia llegó, pero todo parecía perdido.

“Le supliqué a la Virgen que me la devolviera… no podía perder otra hija”, recuerda entre lágrimas Maricarmen Porras, su mamá. Meses antes, ya había tenido que despedirse de una bebé.

Contra todo pronóstico, en medio del caos y el dolor, la niña volvió a respirar. Fue llevada de urgencia al hospital, donde los médicos advirtieron que el daño por la falta de oxígeno podría ser severo e irreversible.

Pero María Paula tenía otra historia que contar. Al despertar, le dijo a su mamá que no recordaba nada del accidente. Solo una cosa: su hermanita, la que ya había fallecido, había estado con ella. “Mamá te necesita… no puedes irte de su lado”, le dijo.

Hoy, María Paula corre, juega, canta y ríe. Tiene algunas secuelas, sí, pero su recuperación sigue asombrando incluso al personal médico que la atendió. Su vida es una promesa viva, una historia de fe que resiste toda lógica médica.

En Juanilama, muchos aseguran que fue un milagro de La Negrita. Y que María Paula es prueba de que, en ese pueblito rodeado de cafetales, los milagros todavía caminan entre nosotros.

Repase el reportaje completo en el video que aparece en la portada de este artículo.

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